20 nov 2008

Bohemio y Romántico...?

“Noche del 16 de Noviembre. Sentado en unas escaleras que están casi más frías que la noche. Tiemblo desde la cabeza a los pies, y estoy escribiendo a trompicones, borrando más que escribiendo, diría yo, mientras una canción de Police con cover a ritmo de tango sacada de la banda sonora de alguna de mis películas favoritas me hace encenderme otro cigarro tras el anterior. La gente no deja de mirarme, pero ya debe ser la costumbre. Henry, mi inseparable portátil, y yo estamos ya más que acostumbrados a que nos miren de esta manera. Pero él no está temblando. La gente debe pensar que soy un escritor frustrado, romántico y bohemio, y en el fondo no se alejan demasiado de la realidad si eso es lo que piensan de mi. Más aún si quienes me observan están notando lo que tiemblan mis manos, mis dedos , en esta noche de viaje en la que el jet lag empieza a hacer presión en mi cabeza. Tanto que me ha costado 10 minutos encontrar una máquina expendedora de tabaco a la que solo le faltaba el cartel luminoso para decir: “Estoy aquí”. Me tranquilizo un poco, en el fondo no me afecta tanto la dichosa cancioncita, ¿no? Creo que he encontrado otra de esas ya míticas canciones que me tocan algo dentro, otra de esas historias con las que, aunque no quiera, me identifico y hasta me creo esas partes de la letra con las que antes siquiera de escucharlas no estaba de acuerdo.

Últimamente el frío es el mejor de los estímulos para lanzarme a escribir cual poseso. Realmente solo escribo para mí aunque algunos trozos los deje, de paso, en mi blog, por aquello de rellenar un poco. Por alguna razón que aún no he descubierto del todo, las cosas empiezan a tener un sentido. Lo poco que sé sobre el tema es lo que ya sabía; el alejarme de mis problemas, de mi ciudad, de mi casa y de la monótona vida que durante 17 años he experimentado tiene bastante que ver, y lo sé. Y soy totalmente consciente. La pregunta es: ¿qué es lo que me está haciendo cambiar tanto, crecer tanto? Y la respuesta es lo que me dedico a buscar, también consciente de que puede que nunca la encuentre, pero con interés más que suficiente como para hacerlo.

Demasiado bohemio parezco aquí, tirado en una gasolinera rodeado de gente que ni conozco y que me deben estar tomando por el más absurdo de los incomprendidos teenagers. Pero me da igual, voy a subir de nuevo y seguir el camino. Es todo cuanto necesito ahora. Normal que lo piensen...”

Cuando me acomodé en mi asiento pusieron esa extraña película de un hombre que encuentra el cadáver de su hermano congelado y lo guarda en la nevera para luego cobrar el seguro, untando al hermano de grasa y decorándolo con carne y bacon para que los lobos devorasen su cadáver. Y aunque sabía que debía seguir escribiendo, me quedé embobado comiendo White Maltesers y emparanoiandome con el asunto. Creo que lo que me enganchó a la cinta fue cuando vi que la mujer del guardafiambres tenía el síndrome que te hace, de repente, gritar palabrotas. Ese de:

-¿Que tal está tu madre?
Oh! Pues muy bien, como siempre...¡cerda chupapoyas ardirás en el infierno, zorra!

Es gracioso, si yo lo padeciese sería el hombre más feliz del mundo, siendo sincero con la excusa de que no puedo remediarlo. Aunque, he de confesarlo, padezca o no el síndrome, suelo hacerlo...

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Guille, para mi..un poco extraño este texto. no se, es claro pero a la vez no mucho... por lo menos para mi..
no se, tal vez sea la hora q es y yo aki despierto.

un saludo!
Rubén

Mai Martins dijo...

gordo, mira mi blog vale? :)