17 jul 2011

El de el día que las partes se juntaron en un todo.

También conocido como el de que no me pongan reglas porque yo sólo rindo cuentas ante ti. Transcurrían los primeros días de un Julio sinrazonado, fugaz y con sabor a nuevo. Recuerdo aquel verano como una experiencia totalmente nueva, como un todo en común sin importar las partes. Lo disfrutábamos, y se nos notaba en las caras arrugadas, doloridas ya de tanto reír como hacía tiempo que no hacíamos. Yo a veces me ausentaba un ratito a pensar en ti, a darme cuenta, ya a lo lejos, de todo lo que tu luz me había ido enseñando sin que yo me diese cuenta. Te quería en la distancia con mayor intensidad de la que empleé para convencerme de que nunca volvería a hacerlo con nadie habiendo kilometraje de por medio. Porque mi mente podía cogerse un ferry cuando lo necesitaba y subir a verte mientras dormías, a darte un beso en la mejilla y quedarse viéndote dormir hasta la siguiente patada voladora. A ella ya le daba igual cuando no eras el único en la cama, y así hasta ciento, porque ya no era la que solía ser, había cambiado a mayor.