26 may 2011

El de extrañar y no extrañarse, pero extenderse.

Enterradas bajo una capa de incredulidad, perdidas del tiempo y del entendimiento, a tan solo unos metros por debajo de la realidad yacían nuestras no-tan-viejas fotografías, impresiones de lo que solíamos ser hace no tanto. A veces creía que un día las recortarías en forma de triángulos para mí, que harías un montaje con ellas y tantas otras cosas. Pasaba horas intentando asimilar las sensaciones que tu voz azulada me describía, embobado en ellas y en lo que representaban, ansioso de sumergirme en rincones desconocidos que empezaban a sonar familiares. A quien hubiese intentado anticiparme un ápice de todo aquello tres años antes, le hubiese tomado de loco.

Solía intentar evitarlo, o más bien posponerlo eternamente; siempre llegaba un punto en que hacía balance en mi cabeza de todas y cada una de las personas con las que decidía compartir mi vida, mis rarezas y mi forma de ser, de estar, de comportarme. Ya no me extrañaba que mi mente lo contrapusiese todo con ella, que al colocar a alguien en un lado de la balanza, ella apareciese en el otro lado, como el platónico de entre todos mis delirios. Sin embargo, la extrapolación de sentimientos no era en aquel momento sino un simple trabalenguas mental de dudosa condición sexual frente a un montón de cuestiones negativas que acarreaba desde tiempo atrás. Por aquel entonces yo era el menos perfecto de los imperfectos, y era consciente de que muchas veces no hacía las cosas bien. Es más, empezaba a sospechar el estar convirtiéndome en un experto en cagarla, y las pruebas no decían gran cosa a mi favor.

En lo que respetaba a cuestiones privadas podría haber ganado campeonatos de gilipollez. Algo en mi se dio la vuelta el día en que todo empezó a cambiar, y desde entonces todo había cambiado tanto que me hacía cuestionarme si yo habría cambiado con todo o me habría quedado estancado, perdido en algún punto que no conseguía recordar. Cambiar, cambios, cambiable... si algo estaba claro era que si uno se despistaba, estaba perdido. Yo sabía reaccionar ante muchas cosas, e intentaba tener siempre presentes unos valores, pero cuando me veía ante sentimientos contradictorios ya no me atrevía a enfrentarme como lo había hecho tantas veces antes; me sentía como una especie de cobarde sentimental, y eso me concedía peso de lastre. O eso creía yo, vamos, que así me sentía con mis malas reacciones. Comprendía lo que aquello significaba y no me quedaba remedio alguno más que acatar las consecuencias mientras no aprendiese a cambiarlo.

Por alguna razón que yo no llegaba a comprender todo se sentía entonces como en stop motion y nos convertíamos en fotografías que no llegaban a juntarse, retratos que algún día terminarían enterrados, se empaparían en barro de incertidumbre. Todo parecía pasado, pero en realidad no era sino presente perdido, presente dejado dejarse dejar. Pesaba en mi cabeza la voz sampleada de Justin Vernon repitiendo a varias voces con diferentes efectos in crecendo en "Woods" de Bon Iver y me hacía darme cuenta de tantas y tantas cosas, ya tumbado en la cama ante una noche de ventana abierta y malos rollos afuera, poco a poco. Faltabas, te extrañaba y poco más estaba claro, pero no cabía lugar para la desesperación, ni siquiera la exigencia. Solo podía ampararme en una vieja promesa que no quería dejarse enterrar, que se hubiese fugado contigo a empezar de cero una y mil veces.

Y como se suponía que yo debía sentirme cómodo así, con ello, no tuve más remedio que. Pero esto no es una queja, ni nada por el estilo, más bien una elección, o la consecuencia de una de tantas de ellas, de las tuyas, de las mías y las nuestras. Por mi ventana iba saliendo el suspense que aún podía respirarse en el ambiente sin esforzarse demasiado. Soplé para apagar las velas de mi mesilla y todo se llenó de olor a cera caliente y mecha todavía humeante, creí ver tu silueta en el humo, hecha a base de reflejos de la calle filtrados por las cortinas pero me convencí de que debía ser solo una ilusión. Cerré entonces los ojos, dispuesto a ser tomado por los sueños, atrapado y seducido por mi subconsciente para volver a dejarme. Dejar, por supuesto.

1 comentario:

Una tia cualquiera dijo...

I.M.P.R.E.S.I.O.N.A.N.T.E :O