24 may 2011

El de cuando el final está lleno de efes pero no remata.

De aperitivos, sinrazón y demás entrantes se nutre el secreto de mi olvido, y con él se iba el viento que levantaba tu abrigo sin que apenas lo notases. Los días avanzaban despacito, yo me escondía detrás de alguno y desde allí echaba la lengua todo aquel que me observase, distante pero no a lo lejos, más bien a lo cerca. Al principio de esta época llamada Mayo yo despotricaba, uy que mal, y toda esa historia. Y entonces, y claro. Estamos a finales y sigo vivo, gracias al tránsito titubeante, a los mates con aliño de la Begus, que madremía la tengo frita a la pobre, al saberestar y a un par de cosas más que, si me apuras, ni recuerdo. Yo solo quería cerrar los ojos, abrirlos y. Pero nada era tan sencillo, y de ahí la cuestión de las cuestiones. 
Sonaba una guitarra, era Jack Johnson a ritmo de "Belle" y mi mente huía al balcón. Codicioso yo, apurando hasta el último aliento febril de. Todo eran tormentas de no-verano a partir de las seis de la tarde y poner lavadoras para poder mojarme en algo. Porque la lluvia nunca es suficiente. Nada era suficiente para. Hay recovecos que quedan, que nunca se vuelven a llenar de. Nada tenía final a finales de Mayo y la ficción se difuminaba en nuestras frágiles existencias, se fundía entre tonos, como desafinada. Fatídico el día de la difunta ilusión, no podemos finiquitar la furia que conlleva fatalismos múltiples y que me fricciona para que todo tenga efes. Porque no. Y eso, señores, no mola.

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