9 sept 2010

Fruto seco.

Catorce minutos de intensidad después de tantos y tantos días con sabor a sin rumbo consiguieron definitivamente darme el respiro que necesitaba; si algo había de hacer, qué menos que intentar ponerle remedio. Sus palabras se tatuaron en mi hipotálamo una vez más, marcando los pasos que iba a seguir, convenciéndome de nuevo de que AQUELLO era lo que debía hacer. Da igual si esta vez AQUELLO no tenía nada que ver con la última vez que me lo recomendó, yo supe llamarle en un momento clave y él sorprenderme una vez más. Acto seguido decidí meterme en la ducha; aún no era demasiado tarde, y la dicha era cojonuda. Aunque por una razón o por otra, todavía no conocía tal dicha. Él tampoco, y es de suponer que cuando volvamos a vernos, tendré cosas más importantes que contarle. Simplemente han sido catorce minutos de auténticas nueces de macadamia, y me han encantado.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Vaya... :)

Reneses dijo...

Catorce minutos puede dar para mucho, incluso para quemar la Luna y encender el Sol!